todos los asuntos que se pueden vivir en el lugar más loco de santiago
Los abuelitos iban bajando afirmados del pasamanos de la escala del metro. Se notaba que la señora tenía mejor –o menos mala- condición física que el marido. Él usaba bastón y ella no. No entiendo por qué la mujer le quitó el bastón y lo hizo caminar hacia el pasador así no más. El caballero tenía una cara de pena y de ingenuidad. La tarjeta adulto mayor del caballero no tenía saldo, pero la señora ya había pasado, iban muy apurados. El señor se tuvo que devolver a cargar la tarjeta, después de recibir mil pesos que le pasó la señora enojada y casi gritándole desde el otro lado.
Escogió la fila que sólo vendía boletos. Se tuvo que cambiar a la otra caja, donde había ocho personas antes que él, y ninguna tuvo la idea de dejarlo pasar antes. Andaban todos tan ensimismados.
Mientras el cajero cargaba su tarjeta, al otro lado la señora reclamaba algo con el guardia, que la miraba como diciendo ‘y esta señora está loca’.
Cuando por fin el señor logró pasar, la mujer lo tironéo y se negó a entregarle el bastón. Lo mandó a bajar rápido las otras escaleras. Iban tan atrasados.
No sé qué urgencia justificaría todo ese daño emocional reducido a menos de diez minutos.